Inteligencias múltiples
Hoy, más que nunca, y con Howard Gardner como recién estrenado premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, he pensado mucho en esto de las “inteligencias múltiples” que es su “teoría estrella” y que no es más que poner en palabras científicas, algo que todos percibimos en el día a día.
Muchos de nosotros habremos escuchado a lo largo de estos años la teoría de la generación de nuestros padres, que se basa en que “tener una carrera” implica una determinada manera de comportarse o una serie de actitudes y aptitudes en la vida. Yo siempre fui de la idea contraria… quizás por mis experiencias en la universidad o por lo que he ido viendo en estos años de experiencia profesional, cada vez estoy más convencida de que los estudiantes excesivamente brillantes, “patinan” de forma considerable en su vida personal y profesional.
Yo esto de las “inteligencias múltiples” ya lo había “pillado” hace mucho tiempo… no en vano, tenía un compañero de trabajo que bailaba claqué en nuestra empresa… en medio de la oficina… en el momento más inoportuno… persona que ostentaba dos títulos universitarios sacados “con mérito” y capaz de pasarse los fines de semana estudiando… para conocer cada detalle de la especificación del proyecto que nos trajéramos entre manos en ese momento.
Conozco tantos universitarios cuya “inteligencia emocional” falla, que no puedo estar más de acuerdo con Howard Gardner, cuando afirma:
“la brillantez académica no lo es todo. A la hora de desenvolverse en la vida no basta con tener un gran expediente académico. Hay gente de gran capacidad intelectual pero incapaz de, por ejemplo, elegir bien a sus amigos o pareja; por el contrario, hay gente menos brillante en el colegio que triunfa en el mundo de los negocios o en su vida personal. Triunfar en los negocios, o en los deportes, requiere ser inteligente, pero en cada campo se utiliza un tipo de inteligencia distinto. No mejor ni peor, pero sí distinto. Dicho de otro modo, Einstein no es más ni menos inteligente que Michael Jordan, simplemente sus inteligencias pertenecen a campos diferentes”.
Muchos de nosotros habremos escuchado a lo largo de estos años la teoría de la generación de nuestros padres, que se basa en que “tener una carrera” implica una determinada manera de comportarse o una serie de actitudes y aptitudes en la vida. Yo siempre fui de la idea contraria… quizás por mis experiencias en la universidad o por lo que he ido viendo en estos años de experiencia profesional, cada vez estoy más convencida de que los estudiantes excesivamente brillantes, “patinan” de forma considerable en su vida personal y profesional.
Yo esto de las “inteligencias múltiples” ya lo había “pillado” hace mucho tiempo… no en vano, tenía un compañero de trabajo que bailaba claqué en nuestra empresa… en medio de la oficina… en el momento más inoportuno… persona que ostentaba dos títulos universitarios sacados “con mérito” y capaz de pasarse los fines de semana estudiando… para conocer cada detalle de la especificación del proyecto que nos trajéramos entre manos en ese momento.
Conozco tantos universitarios cuya “inteligencia emocional” falla, que no puedo estar más de acuerdo con Howard Gardner, cuando afirma:
“la brillantez académica no lo es todo. A la hora de desenvolverse en la vida no basta con tener un gran expediente académico. Hay gente de gran capacidad intelectual pero incapaz de, por ejemplo, elegir bien a sus amigos o pareja; por el contrario, hay gente menos brillante en el colegio que triunfa en el mundo de los negocios o en su vida personal. Triunfar en los negocios, o en los deportes, requiere ser inteligente, pero en cada campo se utiliza un tipo de inteligencia distinto. No mejor ni peor, pero sí distinto. Dicho de otro modo, Einstein no es más ni menos inteligente que Michael Jordan, simplemente sus inteligencias pertenecen a campos diferentes”.
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